–Ya lo sé... estoy intentándolo. Creo que perdí mi voz. Creo que se me olvidó de qué parte de mi cuerpo sacaba las palabras.
–¿Qué tan a fondo las buscas, niña?
–Muy muy fondo de mí. Se me hace que se perdieron entre mis entrañas.
–Ya ves, eso es lo que haces mal. Todo este tiempo has estado escribiendo con las entrañas y te olvidaste que lo más bonito de ti no se esconde por ahí. Busca otra vez niña, que ya nos hartamos de leer sólo vísceras y bílis.
–Es que estoy enojada.
–Duele más quedarse que irse, Sofía.
–Mañana lo vuelvo a intentar. Buscaré otra vez alrededor de mi corazón, o a lo mejor en la punta de mis dedos o en lo partido de mis labios. Me olvidaré de las tripas, ya no quiero escribir desde ahí.
Mi voz debe de estar flotando en mi sangre, o tal vez, debo sacarla de las comisuras de la boca.
–Ya lo sé. Es que ya no soy la misma.
–Pues encuentra tu voz niña; si no lo haces, se cansará de estar en el olvido, y te juro que no va a regresar.
–Que ya lo sé. Ya tengo mi brújula. Ya voy por ella.
Me recordó al tiempo en que escribía usando el estómago. Acepté que era frágil y cobarde y también tuve que buscar en mí, otro lugar :) ánimo.
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